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Su susurro.

"Vivir la vida, eso no tiene precio. Quien no haya pasado nunca frío no apreciará el valor de una hoguera. Quien nunca haya llorado no disfrutará de los momentos de risas. Quien no haya pasado hambre no valorará un plato de estofado caliente. Quien no conozca la muerte no sentirá amor por la vida.” – Laura Gallego.

“Tal vez estamos en este mundo para buscar el amor, encontrarlo y perderlo, una y otra vez. Con cada amor, nacemos de nuevo, y con cada amor que termina recogemos una herida nueva. Estoy cubierta de orgullosas cicatrices.” –Isabel Allende.



miércoles, 15 de abril de 2020

¿Qué nos queda?

Hay cosas que nunca cambian y la mayoría no están bajo nuestro control. Cuando se atraviesan malos momentos se nos suele decir que pensemos en el prójimo, en aquel que probablemente lo está pasando peor que nosotros. El tan característico egocentrismo humano aparece. Mi vida la vivo yo, no los demás. Polémico. Hay quienes dicen que la solución para ser feliz es hacer feliz a los demás; otros reclaman que solo priorizando tus sentimientos puedes llegar a conseguir lo que en algún momento todos anhelamos. Es un debate existencial, yo o los demás. Los demás o yo. Si se me pregunta, diré que desconozco la respuesta, que en estos tiempos locos que nos consumen, la única manera de ser libre, es siéndolo. Fácil y no tan fácil. Si echas de menos, hazlo. Hazlo como quieras hacerlo: llora, patalea, culpa a los demás, maldice al prójimo y manda a tomar por culo a todos los que dicen que eres un egoísta, pero sobre todo y al final del día, piensa. Piensa que hay millones pasando por lo mismo que tú, personas que tratan de mejorar la situación y que se juegan la suya propia para que dejes de echar de menos o para los que ya lo van a hacer de por vida, no sientan que ha sido en vano. Los sentimientos no son una celda, las personas lo son. Y en la noche, cuando las calles están oscuras y siguen sin vida, todos somos personas. Todos nos frustramos, sentimos añoranza, soñamos con el día en el que podamos ver a quien más amamos. Y no es malo, no lo es porque si también encerramos los sentimientos... ¿Qué nos queda?

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