Agachó
la cabeza para que nadie viera sus lágrimas derramarse. Ella siempre agachaba
su cabeza. Le dolía el corazón y no quería que nadie se preocupara, pues cuánto
dolor se estaba produciendo dentro de ella. No se podía explicar con palabras,
pero sentía su corazón romperse en cientos de pedazos. Él ya no era quien solía
ser. Ya no era el chico del que estaba enamorada, ahora no quería salir con
ella a ningún sitio, sólo quería ir al tema y después irse, soltaba su mano en
cuanto se encontraban a alguien conocido, la rechazaba, la despreciaba. Pero
ella ciega de amor, no se dio cuenta hasta que la verdad le golpeó como el más
fuerte martillo.
Salía
de casa como cualquier día, pero había algo diferente. Notaba pequeñas punzadas
de inquietud. Dicen que las mujeres somos las de la intuición, pues bien, ella
ya se olía que algo malo iba a suceder. Siguió el recorrido habitual para
llegar a la universidad. Era un día frío y gris, de esos en los que parece que
todo el mundo está triste. Cuando ella se encontró frente a la universidad sus
ojos vieron algo que no desearían ver. Él estaba besando a otra chica, y vio
como ella, nuestra protagonista de corazón roto, lo observaba y a pesar de eso
no paró.
Ella,
se dio la vuelta, y agachó la cabeza, al igual que al principio de este relato.
No quería que viera que le importaba. Sus labios temblaban, y no de frío. Las
lágrimas comenzaron a derramarse al mismo tiempo en que la nieve caía con
fuerza, inundando el alma de esa pobre chica, de frío y tristeza.
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