Sus
ojos me miraban como el depredador antes de cazar a su presa. Y yo, al igual
que esta, sabía que me iban a cazar pero no podía huir pues sabía que mi
destino era ese. Sus brazos aprisionándome contra la pared se sentían igual que
las rejas de una celda, aquellas que dejan al prisionero sin libertad y le
absorben la energía. Su respiración golpeaba con fuerza mi rostro arrastrando
mi aliento con él, haciéndome perder la razón por completo. Quería gritarle que
se apartara de mí, pero no podía, estaba tan hipnotizada por esos ojos, me
sentía tan bien estando encerrada por su celda… ¿Qué podía hacer? Su cara
estaba cada vez más cerca de mí, mis mejillas cada vez más sonrojadas, su
sonrisa cada vez más grande.
<<Nunca
me abandones, recuerda que tú eres sólo mía. >>
Susurrando
ese tipo de cosas en mi oído… ¿Cómo iba a evitar lo inevitable? Antes de que
sus labios buscaran los míos, me puse de puntillas, lo agarré por la nuca y lo
pegué a mí, mientras nuestras bocas se buscaban desesperadas. Los ojos de él
aún estaban abiertos de la sorpresa. Pero yo ya no podía controlarme. Al fin y
al cabo, que la presa sea cazada es algo que no se puede cambiar, y en esos
momentos me encantaba ser cazada.
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