La rabia le consumía por dentro y amenazaba con hacerla
explotar. Respiraba hondo intentando tranquilizarse pero ni la valeriana más
poderosa hubiera conseguido calmarla. Estaba, hablando mal, hasta los cojones
de tener que guardarse todo lo que pensaba, todo lo que sentía, todo lo que le
hacía daño o le molestaba. Pero, claro, ella no podía decirlo si quería seguir
estando dónde estaba y por eso lo aguantaba. Porque a pesar de todo era lo más
cerca de la felicidad que estaba y sí para llegar a conseguirla tenía que
comérselo todo, se lo comería.
Aunque como todo en la vida, tenía unos límites
a los que acababa de llegar.
Quería desahogarse aunque eso implicara hacerse daño a sí
misma, era tan insignificante el amor que se sentía que se provocó mucho dolor.
No lloró, ni una mísera lágrima de sufrimiento, nada. Sólo repetía el
movimiento que hacía a su organismo sangrar, por fuera y por dentro.
De lo que nunca se dio cuenta era que ella nunca había sido
feliz, ni lo sería si seguía pensando así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario